Las hojas de este arbusto combaten la infección gracias a su poder antiséptico.


Junto a encinas, brezos, lentiscos y coscojas, el madroño (Arbutus unedo)forma parte del típico paisaje mediterráneo de matorrales densos, a veces impenetrables, que cubre buena parte de España, sobre todo en terrenos silícicos (granito). Se trata de un arbusto grande, de unos tres metros de alto, aunque en buenas condiciones puede alcanzar diez o más. Presenta la copa ancha y redondeada, la corteza pardusca, que se desprende en capas, ramas jóvenes rojizas y hojas duras y lustrosas. Las flores aparecen en panículas colgantes y tienen forma de pequeñas campanillas o urnas blancas. Los frutos son las cerezas del madroño, comestibles y muy gustosas.

Florece tras las últimas lluvias de verano o ya en otoño, y el fruto aparece un año después, coincidiendo con la siguiente floración.
Las hojas, y también otras partes de la planta, contienen arbutina, un glucósido que al hidrolizarse por la acción de la flora bacteriana del intestino libera hidroquinona, que se elimina con la orina. La corteza es rica en taninos y los frutos contienen pectina, flavonoides, azúcares y ácido gálico.
Ya Plinio el viejo advertía, como se cuenta en el Dioscórides renovado, que del madroño no hay que abusar, porque «de fuera se muestra hermoso en extremo pero comido hincha de ventosidad el estómago y da gran dolor de cabeza» y por ello se le dio el nombre de unedo, «uno solo» en latín. Lo cierto es que el fruto maduro, comido en cantidad, puede en efecto provocar cierta embriaguez, ya que empieza a fermentar en el árbol, pero tomado en el principio de su maduración tiene un grato sabor agridulce.

Amigo de las vías urinarias
Las hojas del madroño se usan principalmente como antisépticas sobre el aparato urinario, en caso de infección de orina, cistitis, uretritis y prostatitis.
Se indican también frente a la diarrea y como apoyo en el síndrome de colon irritable, para lo cual se suele combinar con agrimonia, corteza de encina y salicaria, más anís verde, a razón de una cucharada sopera por vaso de agua.
Externamente, las hojas se usan como antiséptico bucal y astringente en infecciones en la boca y encías sangrantes. Se combinan con lentisco, llantén menor y tomillo, a partes iguales: se hierven dos cucharadas de la mezcla por medio litro de agua dos minutos y se dejan reposar otros diez; se filtra bien y, con la infusión no muy caliente, se hacen gargarismos o se aplica como un colutorio, dos veces al día.
Los frutos del madroño, ricos en pectina, contribuyen a reducir el colesterol y el azúcar en la sangre, mientras que su vitamina P puede fortalecer los capilares y aumentar su permeabilidad.
Se toman frescos, o bien se cosechan para preparar confitura, mermelada, licor o zumo. La cocina creativa los ha descubierto y elabora con ellos salsas y postres sorprendentes.

Tisana casera para hacer frente a una infección de orina
Las hojas del madroño liberan hidroquinona, de propiedades antisépticas. Esta tisana las combina con plantas diuréticas.
Se mezclan a partes iguales hojas de madroño con otras plantas de virtudes afines, como la grama, la gayuba y la cola de caballo, además de anís estrellado para mejorar el sabor. Se hierven dos cucharadas soperas rasas de la mezcla por medio litro de agua un par de minutos, se deja en reposo otros diez y se puede ir bebiendo durante la jornada.

Jordi Cebrián
Asesora: J Mª Teixé, herborista de «El Manantial de Salud»